El pasado año 2016 fue histórico en el mundo de los videojuegos por, entre otras cosas, ser el año en el que por fin se lanzó al mercado el título exclusivo para PlayStation desarrollado por el antiguo Team ICO, el famoso The Last Guardian, el cual tuvo muchos inconvenientes en su desarrollo y tardó casi 10 años en publicarse.
Se trata de la tercera entrega de una serie de videojuegos diseñados por Fumito Ueda, que no tienen relación entre sí, pero que se caracterizan por tratar las emociones humanas, más allá del puro entretenimiento. No estamos ante juegos que son simplemente para pasar el rato, los juegos del Team ICO juegan con nuestras emociones y nos hacen sentir, como este caso, The Last Guardian, que nos llega al corazón, y lo hace a través de la relación entre un niño y una bestia come-hombres a la que "adopta" como mascota y con la que colabora para poder escapar del lugar en el que se han despertado.
Esta historia sería imposible contarla de otro modo que no fuera con un videojuego, ni en una película de 3 horas ni en una serie de 20 capítulos se podría plasmar la relación entre estos dos personajes, y mostrarnos cómo llegan a ser amigos. Necesitamos vivirlo, sentirlo, sufrirlo con ellos, todas las desavenencias, los buenos momentos, la ternura, el miedo, la adrenalina; sólo si lo vivimos junto a ellos podremos mimetizarnos y llegar a sentir lo que nos hace sentir.
Si el arte es cualquier actividad o producto que permite al ser humano expresar ideas, emociones o una visión del mundo, sin duda The Last Guardian es arte. Ya no sólo por su música, por su apartado gráfico o sonoro, sino también por cómo es capaz de expresar emociones y, más importante aún, de hacerte sentirlas. Y es en el final, esa parte de los videojuegos que muchas veces nos decepciona y nos deja con sabor agridulce, pero que esta vez lo que hace es mejorar el juego, cuando más nos involucra con la historia.
Ya sabemos que los finales de Ueda nunca son totalmente tristes ni absolutamente felices, siempre hay luces y sombras, parte buena y parte mala, y que después de los créditos siempre hay una cinemática importante que hace explotar nuestro cerebro. Pues éste caso no es diferente y, cuando ya te crees que la historia puede terminar de una forma y estás empezando a asimilar todo lo vivido, llega esa escena final tras los créditos que te hace un nudo en la garganta y te hace decir gracias. Gracias por el camino recorrido. Gracias por la historia vivida. Gracias por los personajes, por los escenarios y por la música. Gracias por demostrar que los videojuegos son mucho más que marcianitos y tiroteos. Gracias por crear esta obra de arte.
Fumito Ueda, GRACIAS.
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